Rafael Estrada Arnaiz

Imagen Rafael Estrada Arnaiz

letra Q

Toma de Posesión

24 de Mayo de 1945

Fallecimiento

18 de Octubre de 1956

Rafael Estrada Arnaiz

Académico de número

Ferrol (La Coruña), 1884-Madrid, 1956

El 24 de mayo de 1945 ocupaba su asiento en la RAE el marino y escritor Rafael Estrada con un precioso discurso dedicado y titulado, cómo no, La mar: «En los oscuros y silenciosos mundos oceánicos, veremos raros seres de gelatinosa contextura, hechos de agua de mar cuajada, ocultos en el fangoso suelo submarino al acecho de la presa sustentadora de su inútil vida […]» (p. 20).

José María Pemán fue el encargado de darle la bienvenida a la institución: «Este que veis aquí de no sobrada estatura, cabello ceniciento, modales cortesanos y habla suave, es el Almirante D. Rafael Estrada y Arnaiz. Se vé que sus ojos puntiagudos y vivos, detrás de los cristales de sus gafas, están prestos a todo» (p. 48).

Nacido en una ciudad pegada al mar (Ferrol, La Coruña) el 22 de octubre de 1884, el almirante  Rafael Estrada fue hijo de marino. A pesar de su apariencia «más de pluma que de espada» —en palabras de Ortega y Gasset—, Estrada participó en numerosas e históricas operaciones marítimas a lo largo de su carrera. En 1899 ingresó en la Escuela Naval Flotante, donde fue promovido a alférez de navío en 1905. A bordo del crucero Extremadura viajó a Inglaterra, Alemania y Rusia, y fue testigo de la ocupación de Casablanca en septiembre de 1907.

Años más tarde, ya como teniente, prestó servicio sen África y Guinea a bordo del buque Infanta Isabel.Tras especializarse en hidrografía, y a bordo del vapor Urania, formó parte de los levantamientos hidrográficos de las rías de Galicia y las costas de Marruecos en 1915. En 1920 ascendió a capitán de corbeta y al mando del transporte Almirante Lobo —un cargamento de explosivos para las Fuerzas Navales del Norte de África—, participó en la conquista de Alhucemas en 1923. Promovido a capitán de fragata en 1929, fue comandante del cañonero Canalejas de servicio en África y Canarias.

Sin embargo, Estrada no se limitó a luchar y a vagar eternamente por el mar, sino que fue —tal y como dijo en su discurso de ingreso en la RAE su sucesor en la silla Q, Camilo José Cela— «el vivo arquetipo de la cálida fusión, del siempre soñado y cantado maridaje de las armas y las letras». Se dedicó al estudio de los problemas de la moderna astronomía náutica y de la hidrografía y en sus obras cultivó, además de los asuntos que le eran conocidos, la biografía y la literatura de viajes.

Publicó numerosos artículos en revistas especializadas, principalmente en la Revista General de Marina (RGM), y su aportación técnica al oficio de navegante quedó plasmada, entre otros, en los artículos «La nueva navegación astronómica» (1923 y 1924), «De náutica astronómica» (1927),«La moderna navegación astronómica, marítima y aérea» (1926), «El viaje de las corbetas Descubierta y Atrevida y los artistas de la expedición 1789- I794», «La carta náutica más antigua que España conserva» (1930), etc.

Trabajó también en la elaboración de las cartas marinas y planos costeros y representó a España en numerosas reuniones científicas relacionadas con el mar. Fue también agregado naval en distintas  embajadas en el extranjero y jugó un papel de vital importancia durante las operaciones marítimas de la guerra civil española. En 1951 fue nombrado jefe del Estado Mayor de la Armada y en 1954, tras pasar definitivamente a la Reserva, fue nombrado presidente del Consejo de Administración de los Astilleros de Cádiz.

El marino Estrada, que inauguró su discurso de ingreso en la RAE con el proverbio «Ouien no se aventura no pasa la mar» murió en Madrid el 18 de octubre de 1956, lejos del océano. Sin embargo, en palabras de Camilo José Cela: «su recuerdo y alto ejemplo aún flota —y que siga siéndolo para lección de todos— en el sereno ámbito de esta Casa» (Discurso de ingreso de Camilo José Cela, 1957, p. 17).

Aún rompen como olas contra los muros de la RAE las poéticas palabras del discurso de ingreso del marino:

«La lucha por la vida es en la mar mucho más trágica que en la tierra, y a la mar pertenece la cuna de los primeros seres que, como tales, mostraron actividad sobre el planeta; embrionarios animalejos, cuyos cadáveres yacen en las grandes estepas submarinas formando fangos de distintos coloridos».

(Rafael Estrada, La mar, 1945, p.20).

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