Miguel Mir

Imagen Miguel Mir

letra P

Elección

27 de Noviembre de 1884

Toma de Posesión

9 de Mayo de 1886

Fallecimiento

29 de Diciembre de 1912

Cargo

Bibliotecario

Miguel Mir

Académico de número

Palma de Mallorca, 1841-Madrid, 1912

El 9 de mayo de 1886 ocupaba el asiento P de la RAE el padre Miguel Mir y Noguera, sacerdote y escritor, que leyó el discurso titulado El estado o punto de perfección a que lograron levantar la lengua española los autores de los dos últimos tercios del siglo XVI y primero del XVII: «¡Granada, León, Lope de Vega, Cervantes! i Qué mágico prestigio traen consigo estos nombres! […] ¡Cómo dilatan el pecho y recrean é iluminan el alma, revelándole los divinos misterios del arte y descubriéndole los ocultos mineros de donde fluye y se derrama por el lenguaje cuanto hay en él de noble, espléndido y engrandecedor!» (p.  50).

El erudito Marcelino Menéndez Pelayo fue el encargado de dar la bienvenida a la Academia al «insigne filósofo y teólogo y hablista», cuyo discurso «es semejante […] á un purísimo templo antiguo donde penetra la luz por todos los intercolumnios» (p. 65).

Nacido en Palma de Mallorca el 11 de diciembre de 1841, el padre Mir fue un lúcido escritor y pensador. En 1857 entró en la Compañía de Jesús, donde estudió, entre otras disciplinas, filosofía, lenguas clásicas, ciencias y literatura mística. Discípulo del académico jesuita Fidel Fita, con el que estudió Humanidades en Loyola, entre 1863 y 1864 fue él quien se convirtió en el maestro de esa misma disciplina en Loyola. En 1874 se trasladó al seminario de Burgos, donde enseñó Historia, Ciencias y Lógica hasta 1867, y en 1868 fue destinado al seminario central de Salamanca para impartir las mismas asignaturas, hasta el estallido de la Revolución de 1868. Con la llegada del gobierno progresista durante el Sexenio Revolucionario (1868-1874), se decretó la extinción de los jesuitas en 1868. Miguel Mir se exilió en Inglaterra, donde se ordenó sacerdote.

Durante la Primera República (1873-1874) se trasladó a Madrid; se volcó en la traducción al español de las cartas de san Ignacio de Loyola y escribió una serie de obras espirituales sobre la Compañía de Jesús y sobre los autores clásicos Pedro de Ribadeneyra, Juan Eusebio Nieremberg y Luis de La Palma.

Entre 1882 y 1883 el padre Mir fue profesor de inglés en El Puerto de Santa María, en Cádiz, y a su regreso a Madrid fue elegido académico de la RAE, en 1884. Cinco años después y tras numerosos conflictos y discrepancias con la orden, Miguel Mir solicitó su salida de la Compañía de Jesús, que le fue concedida en 1891. El exjesuita fue elegido entonces bibliotecario de la RAE, desde 1899 hasta su muerte, en 1912, y se volcó en la escritura. Tras su salida de la orden, su discurso y su actitud hacia los jesuitas fue volviéndose cada vez más crítica y severa, como puso de manifiesto en sus obras Los jesuitas de puertas adentro o un barrido hacia fuera de la Compañía de Jesús (1896) y la popular Historia interna documentada de la Compañía de Jesús, que fueron incluidas en el índice de libros prohibidos en 1896. En el mismo tono antijesuítico escribió el libro Curiosidades de mística parda (1897).

Pero el padre Mir fue también autor de libros de historia eclesiástica y de numerosos estudios sobre santos y místicos. Editó la obra de autores clásicos como los citados Ribadeneyra, Nieremberg y La Palma, tradujo la obra del mallorquín Ramón Llull, Libro del amigo y del amado, y escribió la biografía Santa Teresa de Jesús: su vida, su espíritu, sus fundaciones, que se publicó el mismo año de su muerte, en 1912.

En la RAE, además de ocupar el cargo de bibliotecario hasta su muerte, redactó las necrológicas de Antonio Arnao, Luis Fernández-Guerra y Cayetano Fernández, y editó el Vocabulario de refranes y frases proverbiales, del maestro Correas, publicado por la Academia en 1906.

El exjesuita Miguel Mir y Noguera murió en Madrid el 29 de diciembre de 1912, veintiséis años después de haber ocupado el sillón P de la RAE. Su mente lúcida y su hondo pensamiento filosófico quedan reflejados en muchas de las reflexiones de su discurso de ingreso en la Real Academia Española:

«En la palabra se manifiesta todo el sér y naturaleza del hombre, su inteligencia, la energía de su voluntad, la educación de sus costumbres, el ambiente físico y moral en que se ha criado, lo que ha sido, lo que es, lo que puede ser» (Discurso de ingreso de Miguel Mir en la RAE, 1886, p. 11).

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