José María Asensio

Imagen José María Asensio

letra C

Toma de Posesión

29 de Mayo de 1904

Fallecimiento

14 de Diciembre de 1905

José María Asensio

Académico de número

Sevilla, 1829-Madrid, 1905

El 29 de mayo de 1904, el historiador y cervantista sevillano tomó posesión de su plaza de académico con el discurso titulado Interpretaciones del «Quijote». Asensio repasó las distintas lecturas e interpretaciones de la obra de Cervantes desde su publicación y concluyó, como colofón a su discurso, que Cervantes, «ni aun remotamente, trató de encerrar en su novela teoría filosófica ó política, ni tuvo pretensiones de reforma social» (p. 20). La respuesta corrió a cargo del filólogo y académico Marcelino Menéndez y Pelayo.

José María Asensio, considerado uno de los cervantistas más destacados del siglo xix, nació en Sevilla el 14 de agosto de 1829. En 1851 se licenció en Derecho Civil y Canónico por la Universidad de Sevilla, y ejerció, desde entonces, como abogado en su ciudad natal. Sin embargo, pronto compaginó su profesión con sus aficiones bibliófilas, que lo llevaron a interesarse por distintos personajes históricos relacionados con Andalucía, como el pintor sanluqueño Francisco Pacheco, Cristóbal Colón o Martín Alonso Pinzón, el ovetense que acompañó a Colón al Nuevo Mundo como capitán de la Pinta.

Además de compaginar su profesión de abogado con la de cervantista e investigador, Asensio participó esporádicamente en la vida política dentro del Partido Liberal Conservador; fue alcalde de Sevilla; presidente de la Diputación Provincial y, fugazmente, consejero de Estado en 1897, hasta la muerte de Cánovas del Castillo en agosto de ese mismo año.

Su intensa actividad erudita se centró, principalmente, en las obras de Cervantes y en los asuntos relacionados con Colón y el descubrimiento de América, aunque fueron muchos los autores y temáticas que cupieron en sus estudios. Colaboró como redactor de El Universal de Sevilla y de numerosas publicaciones periódicas, como El Archivo Hispalense, El Ateneo Hispalense, la Revista de España, La España Contemporánea La España Moderna.

En 1864 publicó su primer trabajo sobre Cervantes y adquirió el hasta entonces desconocido Libro de descripción de verdaderos retratos de ilustres y memorables varones, de Francisco Pacheco, que publicó en facsímiles entre 1881 y 1886. El libro se encuentra hoy en la Fundación Lázaro Galdiano de Madrid. Asensio editó también el Cancionero, de Sebastián de Horozco; El culto sevillano, de Juan de Robles, y las Relaciones del Yucatán. En su bibliografía abundan, cómo no, los títulos cervantinos: Documentos inéditos sobre Cervantes (1864), El conde de Lemos, protector de Cervantes (1880) y Catálogo de la biblioteca cervantina (1893).

Publicó también una monumental monografía sobre Cristóbal Colón y sobre Martín Alonso Pinzón en 1891, que le abrieron las puertas de la Real Academia de la Historia en 1895, a la que ingresó con el discurso titulado Cristóbal Colón. En 1949, cuarenta años después de su muerte, la Sección Cervantes de la Biblioteca Nacional compró su biblioteca particular.

Antes de ser elegido académico de la RAE en 1901, Asensio era ya miembro de la Real Academia de la Historia y de la Academia de Buenas Letras de Sevilla, de la que fue también presidente. Su nombre estuvo siempre vinculado a la promoción de las instituciones culturales sevillanas y fundó, en 1869, la Sociedad de Bibliófilos Andaluces y, en 1881, la Sociedad Protectora de las Artes de Sevilla.

José María Asensio dejó vacío el sillón C tras su muerte, el 14 de diciembre de 1905; tan vacío se quedó que no volvió a ocuparse hasta la llegada del poeta Luis Rosales en 1964, setenta años después de la muerte de Asensio.

No es casual que el ilustre cervantista hubiera ocupado el sillón que llevaba las iniciales de sus queridos Cervantes y Cristóbal Colón. Tal y como él mismo pronunció en su discurso de ingreso, la Academia le devuelve hoy las palabras del epitafio que el bachiller Sansón Carrasco escribió para la tumba de don Quijote:

«Yace aquí el hidalgo fuerte

que á tanto extremo llegó

de valiente, que se advierte

que la muerte no triunfó

de su vida con la muerte.

Tuvo á todo el mundo en poco;

fué el espantajo y el coco

del mundo, en tal coyuntura,

que acreditó su ventura

morir cuerdo y vivir loco».

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