Emilio Ferrari

Emilio Ferrari

letra O

Toma de Posesión

30 de Abril de 1905

Fallecimiento

1 de Noviembre de 1907

Emilio Ferrari

Académico de número

Valladolid, 1850-Madrid, 1907

El poeta vallisoletano Emilio Pérez Ferrari tomó posesión de su sillón académico el 30 de abril de 1905 con la lectura del discurso La poesía en la crisis literaria actual: «Luchemos por una poesía humana y grande, asociémonos en vez de disgregarnos, destruyamos las capillas para reedificar el templo común, digamos á los jóvenes: respetad á los viejos; digamos á los viejos: amad á los jóvenes, y prediquemos á todos la caridad intelectual» (p. 45).

Le respondió el dramaturgo José Echegaray, que se refirió a Ferrari como un poeta castellano en cuyos versos anidaban, también, los colores y matices propios de los poetas andaluces.

Ferrari nació el 24 de febrero de 1850 en Valladolid, donde se licenció en Derecho y en Filosofía y Letras. Desde joven publicaba poemas en los periódicos locales; a los doce años publicó los primeros, en El Norte de Castilla La Crónica Mercantil, y pronto ganó un concurso de narraciones breves convocado por la revista madrileña La Ilustración Española y Americana, con el cuento El diablo de la moda. En 1872 fundó, junto con otros intelectuales, el Ateneo vallisoletano. Años más tarde, tras ingresar en el Cuerpo de Archiveros y Bibliotecarios, Ferrari se trasladó a Madrid a trabajar en la Biblioteca Universitaria de Madrid y, desde 1881, en la Biblioteca Nacional. Su intención era abrirse un hueco en el círculo literario madrileño.

Ya en Madrid, Ferrari colaboró en las revistas Ilustración Española y Americana y en La Diana. Escribió sin éxito algunas obras de teatro, como La justicia del acaso, en 1881, pero el propio Clarín lo disuadió; Ferrari era, ante todo, un poeta, y así lo demostró la noche del 22 de marzo de 1884 en un recital en el Ateneo de Madrid. El poeta y maestro de Ferrari, Gaspar Núñez de Arce, leyó unas estrofas del poema del joven titulado Pedro Abelardo, al que siguió un recital del propio Ferrari; su destreza al declamar hizo que aquel acto y aquel poema fueran recogidos y publicados por la prensa madrileña.  

La obra de Ferrari no fue muy extensa; sin embargo, como otros muchos escritores, fue tan elogiado por unos como desdeñado por otros. Aficionado a la descripción, introdujo la emoción en el paisaje castellano; las llanuras desoladas y de pobre colorido fueron aderezadas con el brío y la luz propias de la poesía andaluza. Prueba de ese lirismo en las descripciones es el poemario con el que alcanzó mayor éxito, Las tierras llanas (1908). Cultivó, también, la poesía épica e histórica en sus poemas Un día glorioso (1879), donde recuerda con nostalgia la gloria de la batalla de Lepanto, y Dos cetros y dos almas (1884), un poema festivo y laudatorio sobre el enlace matrimonial de los Reyes Católicos.

La poesía y la personalidad de Ferrari estuvieron al margen del panorama literario y poético de la época; el poeta combatió el modernismo y no se sumó a los nuevos gustos literarios, sino que se aisló en las descripciones líricas de Castilla y en la narración de las pasadas glorias nacionales.

Tras su muerte, en 1907, se reunió y publicó toda su obra poética; los dos últimos títulos fueron Por mi camino (1909) y Poemas (1910).

Emilio Pérez Ferrari murió en Madrid el 1 de noviembre de 1907, dos años después de haber ocupado su sillón en la RAE. Su maestría al declamar se recuerda aún en el Ateneo madrileño, donde una noche Ferrari recitó, nostálgico, los versos del poema que ese día lo ensalzaron:

«¡Ay mi dicha pasada!

¡Ay mi edad juvenil y mi hermosura!

¡Ay mi alegre morada

por el Sena bañada

y oculta como un nido en la espesura!»

(estrofa del poema Pedro Abelardo, 1884).

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