Elegido el 17 de diciembre de 1987. Tomó posesión el 29 de marzo de 1992 con el discurso titulado Poesía como participación: hacia Miguel Hernández. Le respondió, en nombre de la corporación, Carlos Bousoño Prieto.

El poeta Claudio Rodríguez se inició en la lectura siendo un adolescente por influencia de su padre, un gran lector de poesía. Como indican Fernando Yubero Ferrero y Rafael Morales Barba en el Diccionario biográfico español (DBE, 2011), «el interés posterior del poeta por el lenguaje oral, popular y la canción infantil, tan determinantes en su poesía», proviene del contacto que tuvo con la vida campesina al pasar los veranos en una finca, propiedad de su abuela, en Zamora.

En 1951, Rodríguez se trasladó a Madrid para estudiar Filosofía y Letras en la Universidad Central, donde fue alumno de Carlos Bousoño y Dámaso Alonso. El año 1953, como indican Yubero y Morales, «fue decisivo en la vida del poeta». Envió a Vicente Aleixandre —al que conoció personalmente al año siguiente— el manuscrito de Don de la ebriedad, su primer libro, que en 1959 obtuvo el Premio Adonais de Poesía.

Entre 1958 y 1964 Claudio Rodríguez fue lector de español en las universidades inglesas de Nottingham y Cambridge. En esta última conoció a otro poeta español, Francisco Brines, lector en Oxford. De vuelta a Madrid «por nostalgia de la vida española y renunciando a una importante carrera académica», según leemos en el DBE, fue profesor de Literatura Española en el Instituto Internacional y en la Universidad Autónoma de Madrid.

Entre los títulos de su bibliografía destacan Conjuros (1958), Alianza y condena (1966), Claudio Rodríguez. Poesía 1953-66 (1971), El vuelo de la celebración (1976), Casi una leyenda (1991), Desde mis poemas (1983). Fernando Yubero y Rafael Morales explican en el DBE que Claudio Rodríguez ultimaba un nuevo libro con el título provisional de Aventura cuando falleció, en Madrid, el 22 de julio de 1999.

Yubero y Morales señalan que «aunque a Claudio Rodríguez se le suele incluir en la llamada Generación del 50, la más somera lectura de sus libros pone en evidencia la radical independencia creadora del autor con respecto a las escuelas, tendencias y programas, que movieron el panorama poético español entre las décadas de 1950 y 1970». La década de 1980 significó «la consagración definitiva del poeta, el reconocimiento unánime, tanto en España como en el extranjero, como uno de los poetas más importantes del siglo xx.

Su obra poética ha sido reconocida con numerosos galardones y distinciones, entre ellos el Premio de la Crítica (1966), el Premio Nacional de Poesía (1983), el Premio de las Letras de Castilla y León (1986), el primer Premio El Crítico (1991) y el II Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana. El 28 de mayo de 1993 fue galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras «por su iluminación de la realidad cotidiana y su adhesión a ella con hondura simbólica, por su relevancia en el grupo poético de los años cincuenta y ante la joven poesía española actual». En 1988 fue nombrado hijo predilecto de Zamora.

Todos estos premios, tal y como afirma Alonso Zamora Vicente en su Historia de la Real Academia Española, los logró «con una obra escasa pero fundamental en la poesía española de la posguerra».

La necrológica académica de Claudio Rodríguez la realizó Carlos Bousoño.

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Necrológica de Claudio Rodríguez, por Carlos Bousoño. Boletín de la Real Academia Española, 2000.

Conferencias de Claudio Rodríguez en la Fundación Juan March. 

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«Claudio Rodríguez, versos muy vivos». La Opinión de Zamora, 23 de julio de 2016.

«Largo se hace el día a quien no ama / y él lo sabe». El Mundo, 16 de marzo de 2015.

«Siempre nos quedará su claridad». La Opinión de Zamora, 21 de julio de 2014.

«Un milagro llamado Claudio Rodríguez». El País, 14 de agosto de 2010. 

«Claudio Rodríguez, ser y canto», por Carlos Bousoño. El Cultural, 19 de julio de 2000.